Narratinta

Escritura & Periodismo

Italia y una búsqueda de identidad

Sé que no vine a Italia por qué sí.  

Sé que lo sentía en el corazón.

Sé que hubo algo que me llamó.

Ahora pienso que no existen las casualidades.    

Tampoco los encuentros fortuitos.

Que el azar es un guiño del destino.

Es la mañana del 17 de noviembre y el otoño en Módena, al norte de Italia, se mezcla con una llovizna sutil. El cielo está nublado y el aire es un poco húmedo. Sobre la vía Giardini, una de las calles que conduce al centro de la ciudad, se escucha el rugir de algunos autos que van y vienen casi concatenados al mismo ritmo. Espero el autobús para ir a tomar el tren camino a Parma y pienso que hoy no es un día más.

Saco el celular del bolsillo de la campera y busco entre mis fotos una en particular. En el retrato tengo dos años y estoy en una playa de San Bernardo, Argentina, junto a mi hermano, de tres. Aparezco mirando al suelo, escondida y agazapada, mientras que Gonzalo permanece serio frente a cámara. Entre los dos, abrazándonos, está mamá, que sonríe con una dulzura tan propia, como si la felicidad se congelara en ese solo instante. Miro la foto y pienso en ella y recuerdo que hoy, 17 de noviembre, no es un día más.

Orígenes y preguntas

Mientras espero el colectivo veo a un hombre a lo lejos acercarse junto a una mujer. Hay en su andar un sigilo que no logro descifrar. Cuando se acerca, me pregunta si los horarios del domingo son distintos. Le digo que sí y le muestro los que están en un cartel junto a la parada del autobús. El próximo debería pasar exactamente a las 11:10. Digo «queste», algo escueta, mientras señalo los horarios con el dedo índice, para no dejar en evidencia mi acento español. Se queda pensando y pregunta si estamos en un barrio residencial, a lo que respondo con una mueca vacía, sin saber qué decir. “¿Es una zona de fábricas?”, indaga. De nuevo no sé qué decir, entonces le digo que soy argentina.

Sé que no vine a Italia por qué sí, sé que hubo algo que me llamó.
Sé que no vine a Italia por qué sí, sé que hubo algo que me llamó.

Inmediatamente abre los ojos y sonríe. Mira a la mujer con complicidad y dice que ellos son de una ciudad de la región de Calabria. Mi cabeza se despabila. “¿De Calabria?”, les pregunto. “Sí, de Calabria”. “Mi bisabuelo era de Tropea y mi tatarabuelo de Saracena”, digo. El hombre parece curioso y pregunta qué hago en el norte, si mis antepasados eran del sur. “Tenés que ir a Calabria”, dice después, mientras se acerca el autobús y la conversación se entrecorta.

Lleva puesta una bufanda de color azul, un gorro para resguardarse del frío y un paraguas para batallar la llovizna. La mujer, que parece un poco más joven y que no es mucho más alta que él, asiente a todo con una sonrisa. “Buongiorno”, saluda el hombre al conductor. Subo detrás de ellos y pago el boleto. “Te podés sentar acá”, dice después, mientras me hace una señal con la mano para que me ubique a su lado, en un lugar que está libre.

Anthony de Calabria

No sabré hasta casi el final de la conversación que se llama Anthony, que es de Lamezia Terme, Catanzaro y que es dueño de una escuela de idiomas. Que vivió en los Estados Unidos y que estudió el español durante tres años. Que en su escuela hay una profesora argentina que se llama María Marta que enseña inglés y con quien practica a veces el español para no olvidarlo. 

El autobús avanza y me concentro en la mirada, en sus ojos vivaces. Escucho su historia al igual que él escucha la mía. Por momentos intenta hablar español y me pide que lo corrija. “Háblame en argentino”, dice, atraído por mi acento. “¿No hablás inglés?”, me interroga después. Entonces, en un segundo, sobreviene la pregunta: “¿Cuál es tu apellido?”. Gagliardi, le digo. “¡Gagliardi!”, replica él con sorpresa.

En Italia Gagliardi es un apellido común. Hay quienes dicen que es originario del norte y hay quienes dicen que es originario del sur. María, una señora que conocí en Siena, Toscana, me dijo que Gagliardi significa fuerza. Le cuento a Anthony sobre el trámite de la ciudadanía y le digo lo que muchos: que no es sólo una ciudadanía, que es una búsqueda de identidad.

Un árbol con nuestras raíces

Quiero recordar que todo esto empezó mucho antes, cuando armamos con mi abuela Francisca y mi abuelo Vicente un árbol genealógico para saber cuáles eran nuestras raíces. Quiero contarles a los que me preguntan por qué estoy en Italia lo que significa para mí estar viviendo en este país que siento inexplicablemente un poco mío. Que no exagero cuando digo que busqué durante casi dos años todos los documentos para reconstruir la historia familiar. Que escarbé en el tiempo y viajé al pasado en tres generaciones.

Que escribí mails a casi 80 comunas de Italia para encontrar primero a mi bisabuelo Francesco. Que hablé con gestores que me dijeron muchas cosas, que los papeles se habían quemado durante un incendio, que los papeles no existían. Que fui a patronato porque no lo encontraba, hasta que un día recibí un mail del Archivo de Estado de Catanzaro que decía que lo habían encontrado. Que Francesco era hijo de Raffaele y de Josefa y que había nacido en Tropea el 11 de enero de 1882.

El azar es un guiño del destino

Quiero recordar también, que, a fuerza de insistencia, seguí buscando. Y que, a fuerza de insistencia, también, después de encontrarlo a Francesco, lo encontré a Vincenzo, mi tatarabuelo de apellido Gagliardi, nacido el 3 de diciembre de 1862 en Saracena, Cosenza, hijo de Leone Gagliardi y Vittoria di Leone. Porque no hay búsquedas sin sentido. Hay búsquedas que nos encuentran y nos empujan a seguir buscando.

Anthony se queda pensando y me interrumpe. Permanezco concentrada en su mirada. “¿Sabés cómo se llama eso?”, dice. “Es el alma que te llama, son tus antepasados los que te trajeron hasta acá”. Se lleva la mano al pecho y continúa. “Por eso te sentís así, italiana”. Por un instante se me hace un nudo en la garganta. Me digo a mí misma que este no es un encuentro fortuito. Que hoy, 17 de noviembre, no es un día más. Que no hay encuentros casuales. Que el azar es un guiño del destino.

El motor de la búsqueda

Entonces pienso en Francesco, mi bisabuelo italiano al que conocí a través de una foto sepia, en Francesca Elvira, mi abuela argentina a la que amé con todo el corazón, en Vincenzo Gagliardi y en Domenica Salvati, mis tatarabuelos italianos de Saracena. Pienso en Vincenzo, mi bisabuelo que se casó con Mercedes Alonso, una española de La Coruña y en Vicente Pedro, mi abuelo argentino de 90 años.

Casi todos ellos ya no están, pero fueron el motor de esta búsqueda. Permanecen vivos en la sangre de nosotros, los descendientes. Como si las almas tuvieran la capacidad de llamarnos y guiarnos en la búsqueda. De susurrarnos el camino e impulsarnos a sumergirnos en nuevos mundos.

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mfgagliardi

Soy periodista argentina nacida en Buenos Aires y vivo desde 2019 en Modena, Italia. Acá escribo de todo, libre y sin tapujos.

Un comentario en «Italia y una búsqueda de identidad»

  1. Hola!
    Mi nombre es Pablo Frencia y te encontré porque estoy armando un cuaderno personal que habla de nuestros ancestros y nuestra identidad. Todo relacionado con los descendientes de italianos.
    Me identifico con todo lo que decís sobre tu relación con Italia.
    Desde muy chico (tengo 45 ahora) busqué todo sobre mis antepasados, recuerdo tener 9, 10 años y no despegarme de mis abuelos preguntándole cosas de su pasado, sus costumbres, su idioma, etc…
    De pequeño me anotaba sus cuentos o frases en italiano para después aprenderlas y poder decirlas como ellos, con esa edad tan corta, sentía la responsabilidad de que esa cultura no se podía perder.
    Mi sueño siempre fue poder obtener la ciudadanía pero por cuestiones de «identidad» no por cuestiones laborales ni nada de eso.
    Hace más de 25 años tengo todos los papeles (inclusive llegue a conseguir los de los padres de mi tatarabuelo) pero por cuestiones burocráticas todavía no los pude hacer.
    A mis hijos (uno de 6 y otro de 10) siempre les hablo de su pasado y les repito los cuentos que me contaban mis abuelos…
    Me emocionó lo que te dijo Antonio: “Es el alma que te llama, son tus antepasados los que te trajeron hasta acá”.
    Me queda eso pendiente, poder ir a su tierra y responder el llamado de ellos.

    Saludos desde Santa Fe. Argentina.

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