Narratinta

Escritura & Periodismo

René y los huesos de sus padres

No sé en qué momento escuché la palabra “huesos”. Sé, en cambio, que la frase que siguió me sorprendió. “Levanté los huesos de mis padres y los traje acá en el auto”, dijo, señalando el asiento derecho, en un estado de serenidad y la mirada puesta en el espejo retrovisor. Los ojos café oscuros, el pelo gris, la voz suave. Lo dijo calmo, sin inmutarse en absoluto. Como si juntar los huesos de los muertos fuese algo de todos los días, como si se tratara de algo natural. En ese momento hilvané de nuevo la frase, la palabra “huesos” y después el resto de la oración.

“Levanté los huesos de mis padres y los traje acá en el auto”

Dejé pasar algunos segundos y pensé si uno, así como así, puede trasladar a alguien que ya no está, a alguien que ya se fue, o sea, sus restos, sus huesos. Me pareció frío el solo hecho de pensarlo. Imaginé una bolsa negra, una bolsa de plástico especial, alguna pensada para llevar específicamente huesos. Entonces llegó la pregunta, ¿cómo hiciste?, le dije.

Hilvané de nuevo la frase, la palabra “huesos” y el resto de la oración.
Hilvané de nuevo la frase, la palabra “huesos” y el resto de la oración.

Un taxista de nombre René

El hombre, un taxista que se llamaba René, dijo que le habían avisado que la galería donde estaba el nicho de su papá y de su mamá iba a ser demolida, entonces tenía que trasladarlos. A los dos juntos. Dijo que los llevó hasta el Cementerio de Chacarita. Que lo llamaron para decirle que alguien iba a abrir el cajón, o la caja donde estaban los huesos, y que tenía que moverlos a otro lugar.

Repasé las preguntas en mi cabeza. Cómo alguien se lleva los huesos de un cuerpo así como así, en el asiento delantero de un auto, de un día para el otro. Entonces mostré sorpresa y otra vez, azorada por lo que había escuchado, le volví a preguntar cómo había hecho. El hombre, en un estado de completa quietud, contestó que sólo eran huesos. Que había visto la cabeza de su mamá y de su papá y que hasta las había sostenido.  Dijo que años atrás había trabajado en una fábrica donde veía muy a menudo huesos de vacas. “Si te ponen huesos de vaca al lado de huesos de un ser humano tal vez ni te des cuenta”, reflexionó durante una pausa.

Entonces muy para mis adentros pensé que hay una diferencia sustancial, que en realidad te das cuenta, que no es lo mismo, pero no llegué a decírselo. Le dije que yo no hubiera podido, que no hubiera estado lista. Que no todos estamos preparados para tratar así a los huesos. Él replicó que hasta los había acomodado en la caja del nuevo nicho. Lo miré de reojo y traté de ver si no había en su rostro algo más de aquel que cuenta una historia sin dejarse tocar por el dolor. Por lo extraño de la situación. Pero no. No vi nada.

«Le dije que yo no hubiera podido, que no hubiera estado lista. Que no todos estamos preparados para tratar así a los huesos»

Solo sus ojos café mirándome concentrados por el espejo retrovisor, su voz suave contándome un retazo de su vida. Esa que algunos callamos y que otros deciden contar con tanta naturalidad. Después contó que hacía tiempo se había separado de su primera mujer, que había alquilado un departamento en la calle Tucumán y que años después se había comprado una casa en Villa Adelina con su nueva pareja. “No sabés lo grande que es, la gente ahí vive tranquila”. Segundos más tarde el auto frenó en una esquina de la avenida Córdoba. Habíamos llegado.

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mfgagliardi

Soy periodista argentina nacida en Buenos Aires y vivo desde 2019 en Modena, Italia. Acá escribo de todo, libre y sin tapujos.

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