Abrir los ojos y sorprenderse. Descubrir y descubrirse. Vivir intensamente, vivir incluso con el miedo, con el vértigo frente a lo nuevo, a lo desconocido. Después decirse -y repetirse a uno mismo- y todos los días que el sueño era el correcto.

Abrir los ojos y sorprenderse. Descubrir y descubrirse. Vivir intensamente, vivir incluso con el miedo, con el vértigo frente a lo nuevo, a lo desconocido. Después decirse -y repetirse a uno mismo- y todos los días que el sueño era el correcto.
Sé, en cambio, que todo empezó con preguntas, como empiezan casi todas las búsquedas.
¿Viajás sola?, pregunta el hombre que maneja el taxi. Acomodo mi bolso en los asientos de atrás, dejo la mochila entre mis pies, y le contesto que sí. ¿Te molesta la radio?, pregunta después y le digo que no, que por mí la radio está bien.
Me despierto y miro el reloj. Son las 6.29 y pienso que por suerte ya no estoy ahí, en el local abandonado entre las moscas y cucarachas. Y siento alivio de no estarlo. Me dan miedo los bichos voladores. Todavía con los ojos medio entreabiertos a punto de volver a dormir pienso en qué dicen los sueños. Qué extraño significado tendrán.