Este es el relato de alguien que tiene miedo a volar, pero lo enfrenta (o lo intenta) cada vez que se sube a un avión. Pensé que lo tenía controlado, pero acá estoy, tratando de superarlo con todas mis fuerzas. Si les dijera todo lo que pienso antes de un vuelo no lo creerían. Yo tampoco a veces lo creo. Es increíble la cantidad de pensamientos que pueden aparecer y asediarnos cuando tenemos miedo.
Estamos a punto de despegar. El avión está parado en pista listo para el despegue. En pocos minutos vamos a empezar a acelerar y de repente vamos a estar en el aire, volando. Pero para eso todavía falta. La señora que está sentada al lado me mira de reojo. Hace unos momentos cruzamos unas palabras y me contó que es de Faenza, en Ravenna. ¿Sos española?, me pregunta. “No, argentina”, le contesto.
Pero de un momento al otro ya no importa ni la señora, ni la chica que tengo sentada a la derecha, justo al lado de la ventanilla, que acaba de cortar con su novio por teléfono y antes habló con su mamá. Ahora no me importa nada más que tratar de evadir el pánico que me genera el despegue. Necesito concentrarme en otra cosa. Entonces escribo lo más rápido que puedo todo lo que se me viene a la mente.
Llegar a tierra firme
A partir de ahora para mí el tiempo empieza a contar. Voy marcha atrás y le sacó minutos al reloj. Los tacho en mi mente, como tacho los días del calendario cuando quiero que algo suceda. La última vez que lo hice fue cuando conté los días que faltaban para terminar un trabajo. Ahora hago lo mismo, pero con un único objetivo: llegar a tierra firme. Entonces veo la hora. Son las 22.34.
«Voy marcha atrás y le sacó minutos al reloj. Los tacho en mi mente, como tacho los días del calendario cuando quiero que algo suceda»
Miro afuera del avión y observo que todavía estamos frenados. Hace 35 minutos el capitán dijo dos cosas: la primera, que estábamos retrasados por una huelga de controladores. La segunda, que había mucho viento. Y ahí es cuando el pánico me entró hasta el alma.
Pasan los minutos y entonces, de un momento a otro, el ruido de las turbinas se siente más fuerte y de repente nos estamos moviendo. Vamos a tomar velocidad y en pocos segundos vamos a estar volando. Afuera se ven las luces de la pista. Minúsculas, como pequeños puntos de colores. Las veo mientras el avión rápidamente empieza a tomar impulso y se eleva en cuestión de segundos.
Shakira y Bizarrap
Siento cómo se aceleran los latidos del corazón. Me inclino sobre el asiento y ya puedo percibir el sudor en las manos. Intento respirar profundamente. Enciendo Spotify y suena la canción de Bizarrap y Shakira. Subo el volumen. Son las 22.40 pasadas. «Perdona, cogí otro avión, aquí no vuelvo», dice ella. Y sigue: «Una loba como yo no está pa’ tipos como tú». Respiro otra vez e inspiro la bocanada de aire más honda que pueden mis pulmones. Un minuto después, ya en el cielo, siento la primera turbulencia. Entonces pongo pausa a la música. Ahora necesito batallar contra el miedo.
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Yo ya sabía que esto iba a pasar. Es que antes de despegar me escribió una amiga y me adelantó que había muchísimo viento. «No te asustes», dijo, pero yo llevo el susto desde antes de volar. Lo llevo conmigo desde siempre en cada vuelo. Hay veces igual que lo disfruto y me olvido del miedo, pero otras, como esta, que no puedo. Volar es sensacional si uno lo piensa, es magnífico, pero a mí a veces (la mayoría) me asusta. Me asusta que el avión se caiga, me asusta morirme sin darme cuenta.
Pienso en llegar a Barcelona y abrazar a mi hermano. Quiero ya estar en tierra, donde puedo tener control de las cosas. O al menos intentarlo. Acá en el aire nada depende de mí. ¿Será por eso que me asusta? ¿O será la altura y la velocidad? No sé la verdad.

Cómo se controla el miedo
El avión se mueve demasiado y pienso que me va a dar un ataque al corazón. Siento punzadas en la panza, pero intento disimular el malestar. Trato de buscar algo de calma y respiro otra vez. Busco el aire en los pulmones, lo busco como quien busca algo en la vida con toda su alma: el éxito, el amor, la felicidad o la victoria.
«Busco el aire en los pulmones, lo busco como quien busca algo en la vida con toda su alma: el éxito, el amor, la felicidad o la victoria»
Me pregunto cómo se controla el miedo cuando parece incontrolable. Yo escribo porque es la única forma que tengo para hacerle frente a estas situaciones. Escribo para recordarme que puedo luchar contra ese enemigo que va a estar ahí siempre, escondido durante un viaje en avión, antes de una reunión importante, durante una discusión tensa, en cada nuevo inicio. El miedo nos acecha durante toda la vida.
«Escribo para recordarme que puedo luchar contra ese enemigo que va a estar ahí siempre»
Y entonces recuerdo que, aunque a veces el miedo se presente y me haga sentir acorralada, como ahora, puedo hacerle frente y no dejarme vencer. Puedo interponerme al pánico e intentar arrebatarle el control, incluso cuando sienta que no soy capaz, con la adrenalina del que lucha por algo. Por controlar el miedo, todos los miedos.