
Escapar a contrarreloj para vivir

Hace unos años atrás, cuando vivía en Argentina, entrevisté para el diario La Nación a Martine Kyakimwa, que tuvo que escapar del Congo, donde vivía con su marido y sus 10 hijos, porque los habían amenazado de muerte y quedarse en su país ya no era una opción. La única vía de salida para vivir era el exilio. Pienso en Martine y en esas más de 2 millones de personas que en los últimos días tuvieron que dejar Ucrania involuntariamente, por la fuerza, convirtiéndose en refugiados. Pasaron 15 días y probablemente sea uno de los desplazamientos más veloces y también crueles, como todo desplazamiento involuntario (sin olvidar y mencionar lo que recientemente ocurrió en Afganistán). Y pienso en muchas cosas a la vez.
Escapar contrarreloj para poder vivir. Abandonar toda tu vida de un instante al otro porque el peligro de morir es tan real que no queda ninguna otra opción. Pienso en todas esas personas y en sus historias, en todo lo que están dejando atrás, toda su vida. ¿Cómo se hace para tener fuerzas en medio de tanta destrucción, dolor e injusticia? Vuelvo a leer la entrevista con Martine, cuatro años atrás, y me quedo con el final. «Tengo diez hijos y siempre tuve caídas. La vida no es fácil, pero es un regalo. Por eso hay que vivir y si las cosas se ponen difíciles, hay que luchar».
Por cierto, ella es Martine y su familia.

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