Se mordía los labios de sólo verlo, para no dejar en evidencia que con él quería mucho más que un encuentro casual.

Se mordía los labios de sólo verlo, para no dejar en evidencia que con él quería mucho más que un encuentro casual.
Sé, en cambio, que todo empezó con preguntas, como empiezan casi todas las búsquedas.
Le dije que yo no hubiera podido. Que no todos estamos preparados para tratar así a los huesos. Él replicó que hasta los había acomodado en la caja del nuevo nicho. Lo miré de reojo y traté de ver si no había en su rostro. Pero no. No vi nada.
«El Tano» se da vuelta y suspira despacio. Quizás es la memoria que le trae recuerdos. No siempre es fácil volver al pasado. Pero “El Tano” vuelve. Ahora, arriba de un taxi, 35 años después.