Me llevaría algún tiempo entender que a veces no lloramos por lo último que nos causó dolor, sino por todas las veces que no pudimos llorar a tiempo.
Autor: mfgagliardi
Soy periodista argentina nacida en Buenos Aires y vivo desde 2019 en Modena, Italia. Acá escribo de todo, libre y sin tapujos.
Abrir los ojos y sorprenderse. Descubrir y descubrirse. Vivir intensamente, vivir incluso con el miedo, con el vértigo frente a lo nuevo, a lo desconocido. Después decirse -y repetirse a uno mismo- que el sueño era el correcto.
Los canelones de ricota y verdura, los ñoquis, los tallarines al pesto, los dos pesos que dejábamos debajo de los platos cada 29 del mes, porque –decían– traía suerte. Los pastelitos de verdura y el flan casero.
Sé que no vine a Italia por qué sí. Sé que lo sentía en el corazón. Ahora pienso que no existen las casualidades.
Sé, en cambio, que todo empezó con preguntas, como empiezan casi todas las búsquedas.
Las tardes donde no hacíamos nada. Las tardes donde hacíamos todo. Volver a este lugar para recordar la felicidad.
¿Será que uno tiene que mudarse tantas veces hasta encontrar su lugar? ¿o será que en realidad no pertenecemos enteramente a ningún espacio? ¿cuántas veces tenemos que cambiar, incluso en los sueños, hasta encontrarnos del todo?
Hay que aguantar, siempre aguantar. Inhalar y exhalar. Muy fuerte, muy hondo. Como si fuera la última bocanada de aire que quedara por respirar. Hay que llorar hasta la última lágrima, hasta que de tanto llorar lo próximo sea el alivio.